Informe sobre el estado de Ecologistas en Acción

La situación en nuestra organización podría calificarse de límite, con la sensación generalizada de que se ha perdido una de las claves fundamentales que daban sentido a la misma, y que no es otra que el activismo.
Redacción

Esta pérdida de activismo de las bases, en su mayoría formadas por grupos locales compuestos a su vez por personas voluntarias, viene dada por una serie de factores que tienen que ver tanto con la estructura organizativa como la pérdida de horizontes fundacionales.

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En relación a la estructura, se observa con desaliento cómo la desmotivación surge al comprobar las actuales semejanzas entre nuestra organización -constituida como confederación de federaciones que agrupan asociaciones sin ánimo de lucro- con una empresa en la que priman las actividades económicas relacionadas con la contratación de personas y servicios frente a las acciones propiamente ecologistas, desprovistas estas últimas de todo tipo de recursos.

Con una cúpula muy preocupada por justificar el abundante dinero proveniente de fundaciones, no muy alejadas de lo que llamamos capitalismo verde, se ha establecido una dinámica que es reflejo de la ley del silencio que impera en cualquier organización que pretenda mantener privilegios a cualquier precio.

Esta es la razón por la que de forma continua se ha producido un desplazamiento a los márgenes de todas aquellas voces que cuestionaban en algún u otro momento determinados posicionamientos. Y esta es la razón, también, por la que la democracia interna ha ido perdiendo todo su valor inicial, llegando al extremo donde nos encontramos, en el que la toma de decisiones abarca un pequeño grupo de personas.

En este sentido, no se ha dudado en tratar de expulsar a los grupos y a las personas más «rebeldes», como forma de prevenir una rebelión generalizada o de conservar el poder conseguido; si bien, estas acciones no vienen motivadas solo por una cuestión de intereses individuales sino por la propia idiosincrasia adquirida de manera artificial: en la medida que la organización es prisionera de capitales que fomentan una determinada y acelerada transición energética, cualquier obstáculo a esta transición ha de ser frenado en seco.

Es en este doble contexto donde deben situarse las derivas nocivas que se han ido adoptando de forma casi automática, y es por esto que resulta tan complicado permanecer en esta organización sin sufrir algún tipo de presión. De hecho, los que se van dicen: «No nos vamos, nos echan», porque así ha sido realmente el proceso vivido en Galicia y porque las estratagemas ejercidas sobre el grupo de Zamora han hecho imposible su permanencia.

Pero no todas las personas indignadas con esta organización deciden marcharse, muchas de ellas se quedan, nos quedamos; y ellas, lo que piensan, lo que pensamos, es que es urgente un cambio de rumbo que reconduzca la situación hacia un auténtico activismo y una recuperación de los motivos esenciales ecologistas, devolviendo la organización a su ser primigenio y apartada de toda tentación de convertirse en un ecologismo útil para el Sistema, más cuando los grandes problemas a nivel planetario que nos acechan son sistémicos y no solo territoriales o sectoriales.

Nos vamos y nos quedamos, pero no sin antes dejar para el análisis algunos de los casos que nos han llevado hasta aquí, pues no hay rectificación posible sin una reflexión detallada de lo acontecido, al encuentro siempre de la verdad. Es esta la razón por la difundimos el Informe de Ecologistas en Acción

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